
La enfermedad de hígado graso no alcohólico (EHGNA) consiste en la acumulación de grasa en los hepatocitos (células del hígado) y la presencia de lesiones hepáticas. Es una afección que no está asociada al consumo de alcohol, aunque la sintomatología es similar a la patología del hígado graso alcohólico. Por otro lado, la acumulación excesiva de grasa en el hígado puede ocasionar inflamación en las células hepáticas, derivando en diversos estadios de fibrosis. En casos más extremos, puede desarrollarse la cirrosis hepática, o incluso presentarse la necesidad de un trasplante de hígado.
Etiología
Por lo general, la EHGNA es una enfermedad silenciosa con pocos o ningún síntoma. Ciertas condiciones como la obesidad, el síndrome metabólico y la diabetes tipo 2 (DM2), aumentan la probabilidad de desarrollar esta enfermedad. Una de las causas más relevantes está relacionada con una alimentación desequilibrada tanto energética como nutricionalmente.
Causas nutricionales
El consumo excesivo de carbohidratos simples provoca que el hígado transforme este monosacárido en grasa, la cual se acumula en el tejido adiposo. Pero si el consumo es excesivo, la grasa originada puede acabar por depositarse en el hígado. Todo ello puede generar una resistencia a la insulina, que consiste en una pérdida de sensibilidad de muchos tejidos del cuerpo a la acción de esta hormona. La resistencia a la insulina se relaciona con múltiples patologías, entre las que no solo destaca la DM2 y la EHGNA sino también hipertensión, arteriosclerosis y otras enfermedades cardiovasculares.
Recomendaciones
Una reducción del gasto energético total coordinador del grado se asocia con la disminución del riesgo cardiovascular y mejor capacidad para movilizar la grasa del hígado. Una pérdida de entre el 7-10% del peso ayuda a paliar las complicaciones asociadas a la EHGNA.
Además, se ha observado que la dieta mediterránea -entendiendo ésta como una alimentación enfocada principalmente en alimentos como frutas, verduras, granos enteros (cereales integrales) y proteínas de origen vegetal, en la que se limita el azúcar, sodio y carne roja procesada- está asociada con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares y metabólicas. Este tipo de alimentación conlleva un bajo aporte de ácidos grasos saturados y mayor aporte de ácidos grasos monoinsaturados y poliinsaturados. Todo ello, junto con una rutina de ejercicio físico moderado practicado de forma regular, puede contribuir a controlar el peso corporal y ayuda a normalizar los niveles de glucosa en sangre y prevenir la posible aparición de la EHGNA.

- Alimentos recomendados: frutas y verduras frescas, cereales integrales, proteínas del huevo, pollo y pescados blancos y leche y derivados desnatados.
- Alimentos no recomendados: alimentos ricos en grasas y azúcares, bebidas azucaradas, alimentos industrializados (bollería), cereales refinados, embutidos grasos.
Actualmente, a pesar de la inexistencia de fármacos para la EHGNA y la continua investigación sobre esta enfermedad, el principal tratamiento incluye la modificación del estilo de vida: reducción de peso saludable mediante dieta y el ejercicio. Sin embargo, es de suma importancia tener en cuenta cada persona de manera individual y personalizada ya que se deben considerar otros factores como los fisiológicos, fisiopatológicos o sociales.
Con todo, es muy importante remarcar la enorme importancia llevar una alimentación sana y equilibrada como la dieta mediterránea (priorizando alimentos naturales antes que los procesados) y evitar el sedentarismo. Esto no solo ayudan a prevenir la obesidad y el hígado graso, sino también otros problemas asociados como la DM2, hipertensión arterial, enfermedades cardiovasculares y otras enfermedades crónico-degenerativas, lo que al final se traducirá en una mejor calidad y esperanza de vida de la población.

*Artículo elaborado por alumn#s del Grado en Nutrición Humana: Daniel Jiménez, Isabel Frau, Dario Rojas y Dehba Mohamed.